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proceso de comunicación en el ciberespacio es bastante peculiar, pues, con la ayuda del anoni-
mato, las conductas socialmente aceptadas cambian para mal y muchas acciones se degeneran
y caen en el terreno del acoso cibernético. Se dice que cuando es infringida la privacidad los men-
sajes de intimidación se convierte en virales, y en ese momento de multiplicación puede llegar a
consecuencias graves (Festl, Scharkow y Quandt, 2015; Festl y Quandt, 2013).
Comprender el fenómeno de la agresión cibernética coadyuva para que los actores de la sociedad
puedan entender el tipo de incidencias de estas conductas entre los adolescentes. La agresión
cibernética es un comportamiento que daña a la víctima, ya se ha mencionado. Además, la dura-
ción y la cantidad de agresiones no tienen un tiempo determinado, por lo que los ataques pueden
presentarse de forma ocasional o continua. A pesar de que, en ciertas circunstancias, la mayoría
de los jóvenes no se involucran en el acoso cibernético, sin embargo, se ha identificado que toman
el papel de espectadores. Ante este tipo de situaciones, los efectos son devastadores, la víctima
incluso llega a pensar en el suicidio (Smith, 2015).
En ese sentido, es importante mencionar que la intimidación se integra de varios actores: el agre-
sor, la víctima y el espectador. El agresor representa el ente más importante de cualquier acto de
intimidación, cuyo propósito es causar el daño a la víctima. El espectador, por su parte, puede ser
pasivo o activo (Burton et al., 2013).
La intimidación es considerada una conducta agresiva: se caracteriza por frecuentes ataques,
entre ellos la humillación y la exclusión de una persona. Siguiendo a Heirman et al. (2015), la intimi-
dación cibernética trabaja los siete días de la semana durante las veinticuatro horas del día, por lo
que la víctima difícilmente encuentra un sitio seguro en donde pueda refugiarse. Como se puede Docencia e investigación, mecanismos de reflexión y cambio en Latinoamérica
observar, los episodios de acoso son complejos y duraderos, de amplio espectro de acción, los
niveles de audiencia son más grandes y el daño más grave.
Para Semerci (2015), el acoso virtual son procesos de intimidación que emplean a las tecno-
logías de la información y suelen llevar el nombre de acoso virtual, acoso digital, intimidación
tecnológica, intimidación en línea e intimidación electrónica. La intimidación cibernética puede
ser ejecutada por compañeros de clase o simplemente por alguien que conoce a la víctima y
obviamente hace uso de las cualidades del internet para ocultar su identidad. La intimidación por
teléfono móvil, por su parte, se caracteriza por envío de mensajes, llamadas anónimas y el uso
de diversos números con la intención de molestar alguien; se puede enviar videos y cualquier tipo
de material visual que pueda afectar la imagen de la víctima. Respecto a la victimización ciberné-
tica, Betts y Spenser (2017) mencionan que comprende de tres elementos: compartir imágenes,
amenazas y ataques personales Al parecer, las burlas cibernéticas están asociadas con proble-
mas de salud mental, como la depresión que pueden concluir en suicidio. Se tiene conocimiento
que algunos de los recientes tiroteos en las escuelas han tenido su origen en las redes sociales
(Sánchez et al., 2016; Merrill y Hanson, 2016).
La intimidación integra diversas formas de agresión: destacan la exclusión social y la propa-
gación de rumores. Se dice que la intimidación es aquella que repite con frecuencia actos
agresivos en contra de alguna persona que no puede defenderse y que es víctima del abuso
sistemático del poder (Smith, 2015)
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