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REDES 02
El cyberbullying, pues, son agresiones de forma indirecta. Sin embargo, el daño es similar o ma-
yor al ocasionado por el acoso tradicional, ya que el ciberespacio ofrece mejores condiciones al
cibermatón para emplear todo su armamento violento con el propósito de dañar psicológicamente
y emocionalmente a una persona (Reio y Ortega, 2015). Por otro lado, los mensajes que el agresor
puede replegar tienen una difusión masiva y viral, por lo que la audiencia es infinita (Smith, Grimm,
Lombard y Wolfe, 2012). Y aunado a ello, el ciberacoso es pernicioso porque estos mensajes son
difíciles de borrar y, como ya se mencionó, son altamente virales (Cole et al., 2016). También se ha
dicho que el acoso cibernetíco es una forma siniestra de agresión. Se gesta en un amplio espectro,
donde, si bien no existe la violencia física, el daño es potencial, lastima la reputación, las emociones
y las interacciones sociales (Shin, Braithwaite y Ahmed, 2016).
En suma, la ciberviolencia se manifiesta cuando se reciben mensajes insultantes, fotos y videos
desagradables o dolorosos, pirateo de cuentas de correo electrónico o redes sociales. La mayoría
de los jóvenes que son víctimas en diversas ocasiones no avisan a los adultos sobre los aconteci-
mientos que están viviendo, ya que sienten que estos, los adultos, no tienen la capacidad de ayu-
darlos; además temen que se les prohíba el uso de la computadora (Eden, Heiman y Olenik, 2016).
Es un hecho que los adolescentes interactúan en el ciberespacio, principalmente y con mayor pre-
sencia en las redes sociales (Navarro y Jasinski, 2013). Facebook es uno de los sitios más visitados
y permite que los jóvenes interactúen. Sin embargo, este nivel de socialización no siempre es po-
sitivo, ya que también puede dar pie a procesos de intimidación (Schacter, Greenberg y Juvonen,
2016). Abu (2015) concuerda en que el elemento que provoca miedo de la comunicación en línea
tiene que ver con que sus emisiones son difíciles de borrar: su tiempo de permanencia puede ser
ilimitado. Y un hecho igualmente significativo es que los teléfonos móviles y las computadoras son Docencia e investigación, mecanismos de reflexión y cambio en Latinoamérica
usadas todo el tiempo, por lo que las víctimas no pueden ignorar los ataques que reciben. Por otro
lado, se tiene la amenaza de los correos electrónicos, los cuales pueden ser usados para difundir
información difamatoria y esta puede llegar a miles de personas, quienes, a su vez, pueden guardar
la información y hacer mal uso de ella. De acuerdo con Sticca y Perren (2013), los escenarios pú-
blicos son peores que los anónimos, lo que significa que el ciberacoso puede considerarse mucho
más dañino que el acoso tradicional. Los adolescentes tienen más miedo de que los ataquen de
forma pública y que hagan uso de su condición social y que dañen su imagen, sin lograr identificar
la identidad de los agresores.
La literatura revela que existen diferencias entre la personalidad del agresor y la víctima. Se dice
que los matones cibernéticos muestran dominio, son asertivos y desean controlar por medio del
uso de la fuerza, así como cumplir sus caprichos a cualquier precio; poseen temperamento vio-
lento, ejercen el autocontrol, son impulsivos y no conformistas (Lapidot y Dolev, 2015). Además,
la desvinculación moral se asocia de forma significativa con la ciberviolencia (Wang, Lei, Liu y Hu,
2016). Los cibermatones hieren por medio de la difusión de mensajes ofensivos, fotos o videos y
hacen uso de computadoras o teléfonos móviles (Eden et al., 2016).
El tema del ciberacoso se aborda en este trabajo desde la perspectiva de los adolescentes. Se en-
fatiza que la adolescencia es una etapa en donde se crean y fortalecen las relaciones sociales con
los compañeros. Es aquí en donde los jóvenes incrementan la autoestima, generan condiciones
de bienestar con sus pares y desean ser aceptados por ellos mismos. Por lo que se debe cuidar
la salud de las emociones que involucran el tema del manejo de la soledad, así como los estados
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