Page 146 - DOCENCIA E INVESTIGACIÓN, MECANISMOS DE REFLEXIÓN Y CAMBIO EN LATINOAMÉRICA
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               de ansiedad y depresión (Eden et al., 2016). Se reconoce que para subsanar el hecho de sentirse
               abandonados los jóvenes hacen uso de un sinfín de aplicaciones que coadyuvan a sentir un poco
               de compañía y de esta forma mantienen comunicación con el exterior (Sticca y Perren, 2013).

               En el estudio de la ciberviolencia aparece el análisis de las ciberemociones, un elemento vital,
               pues deja estudiar aquellos estímulos y sensaciones que brotan en un contexto como este. Por
               ejemplo, el contenido de algún texto o página en línea puede cambiar de forma súbita los latidos
               del corazón, lo que evidencia que las emociones también se propagan por internet (Kappas, 2016).
               Entonces se reconoce que la comunicación mediada por algún tipo de dispositivo es parecida a las
               que se realizan cara a cara. Sin embargo, se mantienen las preguntas relacionadas con las nece-
               sidades emocionales que orillan a las personas a crear perfiles en redes sociales como Facebook
               y proporcionar información personal (Krämer, Neubaum y Eimler, 2017).
          Docencia e investigación, mecanismos de reflexión y cambio en Latinoamérica
               Desde una perspectiva de género, se tienen hallazgos que señalan que las mujeres son víctimas
               de este tipo de violencia enfatizando su apariencia física; en el caso de los hombres, hacen uso
               de mensajes homofóbicos y en diversas ocasiones se burlan de la falta de capacidad física. Se ha
               encontrado que las víctimas han experimentado altos niveles de impotencia, tristeza, miedo, pérdi-
               da de confianza y en general un sentimiento de malestar (Hoff y Mitchell, 2009; Cénat et al., 2014).

               Por otro lado, se hallaron investigaciones que han encontrado que varios jóvenes han defendido
               a las víctimas de intimidación, pero también otras que indicaron que solo son espectadores e
               inclusive otras más que indicaron que se suman a las agresiones (Graeff, 2014). De acuerdo con
               Baldry, Farrington y Sorrentino (2016), son escasos los estudios que han podido determinar la
               asociación entre el cyberbullying y el acoso tradicional; estudios que identifiquen si uno dispara
               al otro o viceversa. Se sabe, asimismo, que es escasa la información relacionada con el análisis
               hacia los cibermatones para identificar la frecuencia de participación, intensidad y duración de
               comportamientos agresivos que hacen uso de medios electrónicos (Buelga et al., 2015). Por
               otra parte, se ha encontrado que los jóvenes hacen mal uso de la tecnología para abusar de sus
               parejas. En esa misma línea, se habla del fenómeno de citas cibernéticas en donde se ha pre-
               sentado la victimización y en donde especialmente se presentan ciertas insinuaciones sexuales
               (Zweig, Dank, Yahner y Lachman, 2013).

               Se reconocen los esfuerzos para continuar con la investigación relacionada con la intimidación ciber-
               nética, ya que, sin duda, este fenómeno trae consigo implicaciones con respecto a la salud mental.
               La ciberviolencia es indirecta y las plataformas en línea guardan perfectamente bien el anonimato,
               lo que, como ya se mencionó, ofrece camino abierto y libre al cibermatón. O lo que es lo mismo: los
               ambientes virtuales, por sus características de escasa empatía, permiten esconder la identidad, lo
               que coadyuva a que el agresor tome más fuerza en sus acciones violentas (Ang y Goh, 2010).

               Por último, se encontraron estudios que han analizado que las personas de color y los homosexua-
               les en diversas ocasiones son más propensas a recibir ciberviolencia (Hollis, 2016; Graeff, 2014).
               Algo de igual importancia es que se ubicaron investigaciones que señalan que la falta de comuni-
               cación con los padres, o cuando existe una comunicación ofensiva entre padres e hijos, incrementa
               probablemente la victimización (Larrañaga, Yubero, Ovejero y Navarro, 2016).



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