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REDES 02
Siguiendo con las consecuencias, estas, como se ha venido mencionando, son destructivas y se
reflejan en los resultados negativos que impactan a las emociones. Las víctimas de inmediato sien-
ten la escasa aceptación de los pares, lo que los aísla de los demás, les provoca baja autoestima
y depresión, aunado a síntomas psicosomáticos como dolores de cabeza, dolor abdominal y falta
de sueño (Gianesini y Brighi, 2015).
La realidad es que la ciberviolencia afecta la salud mental y por ello es indispensable analizar las inte-
racciones que se tienen en el ambiente familiar. Se deben analizar la comunicación entre padres e hijos
y si esta provoca que los adolescentes pasen amplios períodos de soledad (Larrañaga et al., 2016).
Además, es posible que las víctimas del cyberbullying se vuelvan cibermatones, debido a que exis-
te un proceso cíclico de la ciberviolencia. Este proceso comienza cuando un adolescente que es
víctima se enoja y él, a su vez, comienza a usar el internet con ciertos comportamientos que no son
adecuados, antisociales y de riesgo, propensos a tornarse en actos de acoso cibernético. De tal
forma que los matones se convierten en víctimas (Den Hamer y Konijn, 2016). Asimismo, muchas
de las experiencias de victimización relacionadas con el cyberbullying pronostican sentimientos de
angustia psicológica que puede producir una baja autoestima (Cénat et al., 2014).
La intimidación generada intencionalmente a través de la tecnología haciendo uso de internet y de
los teléfonos móviles puede provocar angustia emocional y puede dañar la salud emocional. Lo
que es evidente es la preocupación social que se tiene por la frecuencia de la conducta agresiva y
el daño que ocasiona a los humanos (Reio y Ortega, 2015).
La victimización cibernética aumenta la angustia emocional y los síntomas de depresión. A pesar Docencia e investigación, mecanismos de reflexión y cambio en Latinoamérica
de estas graves consecuencias, es escasa la investigación relacionada con la depresión que puede
generar el hecho de estar siendo acosados a través de la Red. Los adolescentes pueden sentirse
deprimidos por el uso de su imagen corporal como víctimas del ciberacoso, a tal grado que deto-
nen complejos de imperfección, en el caso de que hayan usado alguna característica en particular,
lo que provoca que desarrollen desconfianza en su actuar (Calvete, Orue y Gámez, 2015).
Se ha señalado que el ciberacoso es un problema de salud pública que puede considerarse como
grave entre los jóvenes, por lo que se deben desarrollar programas de prevención eficientes que
logren detener el surgimiento de pensamientos suicidas en los adolescentes (Cénat et al., 2014).
Los jóvenes que han sufrido de cibervictimización es posible que hayan presentado problemas relaciona-
dos con la depresión, la ansiedad, sentimientos de ira, impulsos que concluyen en actos de agresión, uso
de sustancias y un comportamiento sexual que los lleva a situaciones de riesgo. Por otro lado, la cibervic-
timización puede convertirse en acoso sexual, aunque se sabe que en la mayoría de las veces se emplean
comunicados agresivos con el objetivo de dañar a una persona, este tipo de agravios no se detienen, ade-
más de que traspasan las paredes de la escuela, provocando estragos en la salud mental de los jóvenes
(Fisher, Gardella y Teurbe, 2016; Frison, Subrahmanyam y Eggermont, 2016; You, Lee y Kim, 2015).
Se dice que las víctimas tradicionales sufren de altos niveles de aislamiento social. Aunado a ello, si
bien se ha identificado que en las agresiones aparecen personajes denominados reforzadores, que
trabajan como apoyo al matón y aplauden los actos de ciberviolencia y los fomentan, también se
ha observado que surgen defensores que proporcionan apoyo a las víctimas (Burton et al., 2013).
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